Gabriel Infante, un místico que podía caminar por el agua, levitar en oración, ver el futuro, sanar enfermos, expulsar demonios, y aún revivir a los muertos, entre otras cosas, fue un sacerdote católico por una década, pero Dios lo liberó de su compromiso de servirle en tal capacidad. Ahora casado con Theresa Reynolds, quien también dejó su vida de religiosa, y con dos niños que criar, el Tejedor de Milagros se ha asentado en la pequeña villa de San Pepe, un lugarcito idílico que José y María Infante, los progenitores de Gabriel, ayudaron a crear en Guanajuato, México.