Esta es una historia basada en la necesidad de perdonarnos, perdonar y saber reconocer nuestros errores, escrito bajo el marco de una historia medieval que nos invita al crecimiento interior tan urgente para el mundo de hoy y que es fruto de las diversas experiencias, fallidas o logradas, que todo ser humano va viviendo. Tiene un mensaje significativo para todos aquellos que no se conforman con padecer los patrones o paradigmas inculcados desde niños. El ser humano tiene esa misteriosa y excelente capacidad de decidir sobre la orientación de su propia vida sin dejar en manos de los demás la felicidad, pues ésta sólo puede nacer desde dentro. La experiencia del Rey André es la que cada uno de nosotros está llamado a reproducir en su propia vida y desde sus muy íntimas y determinantes convicciones. Sólo se redime la vida si somos capaces de tomarla en nuestras manos y darle luz, paz y amor en comunión con los que amamos. Los diversos encuentros del Rey André con los personajes del cuento son, en cierto modo, escalones para la elevación espiritual a la que estamos invitados. No podemos seguir siendo víctimas de lo que nos ha tocado recibir en nuestra vida o de las consecuencias de decisiones equivocadas, pues siempre podemos comenzar de nuevo. La ruta hacia el final del arcoíris expresa la tensión interna del ser humano hacia la plenitud. Somos la flecha tensada en el arco y que necesita ser disparada porque de otro modo puede romperse. Dejar que la vida nos vaya enseñando y estar dispuestos emprender el camino hacia nosotros mismos, nos develará la verdad más sublime que pueda habérsenos revelado: que somos hijos de la misma fuente y que en el fondo todos somos hermanos, estamos conectados... solo nos queda decirle sí a la posibilidad de la felicidad que no es un final de camino sino una manera de caminar...