En Génesis 3:19, Dios dijo: “En el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas á la tierra; porque de ella fuiste tomado: pues polvo eres, y al polvo serás tornado.”
Según el precepto y el ejemplo divino, solo hay una manera cristiana de disponer de nuestros muertos, y es enterrándolos.
Si quieres que Dios santifique tu cuerpo, recuerda que, al quemar intencionalmente tu cuerpo, el cuerpo se destruye y Dios no tiene a nadie que lo levante, lo resucite, ni a tu cuerpo que lo transforme (ver 1 Corintios 15:51-52). Cuando optamos por la cremación, tratamos el cuerpo como algo temporal.
En lugar de dar nuestro consentimiento para destruir la propiedad de Dios en el horno de un crematorio, cada ser querido debería ser enterrado con cariño y cuidado, entero, como el cuerpo de nuestro Salvador.