Nuestro planeta Tierra era más grande, o al menos, así nos lo parecía, porque no existían los desiertos, ni las grandes planicies o sabanas que tienen una vegetación escasa, y solamente salpicada de árboles. La tierra entera era verde, semejante a un gigantesco paraíso; quiero decir; estaba repleta de grandes árboles frondosos; y con una grandísima variedad de frutas, deliciosas. Los que no eran frutales, tenían unas flores bellísimas; daban mucha sombra y perfumaban el ambiente. Siempre estaban vestidos. Nunca se les caían sus hojitas; o, mejor dicho, nunca se veían desnudos. El mundo entero fue transformado. La enredadera no siempre fue una mata trepadora como lo es hoy. Pero les contaré la historia de cómo se transformó.