Los cristianos muchas veces tenemos comportamientos similares a los perros o a los gatos. Algunos, al igual que un gato, se enfocan y viven principalmente para recibir las bendiciones de su dueño (Dios), pensando y viviendo para los placeres que ofrece esta vida terrenal.
Otros, al igual que el perro, disfrutan de la atención que su dueño (Dios) les da, pero su enfoque verdadero es la vida futura. Los “gatos” viven el ahora; los “perros” viven con su mente y su meta en la eternidad. Hay una broma sobre los gatos y los perros que comunican sus diferencias perfectamente.
El perro dice: “me consientes, me alimentas, me proteges, me amas, debes ser Dios”. Un gato dice: “me consientes, me alimentas, me proteges, me amas, yo debo ser dios”. El observar y analizar estas diferencias entre gatos y perros me hizo reflexionar y reconocer que este comportamiento de unos y de otros es muy similar a cómo las personas viven hoy en día la vida y la teología cristiana.