Viento suave y apacible, empleado en poesía, que nos define igualmente el hálito, aliento y el soplo divino que todos los seres vivos tenemos. Pero también es el favor, aplauso, la aceptación general y hasta la irradiación luminosa de carácter paranormal que algunos dicen percibir alrededor de los cuerpos humanos, animales y vegetales. Para los materialistas es solamente una crisis epiléptica, o histérica; una sensación como la que ocasionaría un vapor que se elevase desde una región del tronco o de los miembros hasta la cabeza, la cual precede, insisten, algunas veces a los paroxismos epilépticos o histéricos. Aunque en un principio se pensaba que solamente podía ser vista por los iniciados, los místicos y los profetas, ahora se han encontrado perfectos y fáciles métodos para fotografiarla. Ya no hay manera de negar su existencia y aunque la ciencia sigue sin tener en cuenta su presencia para valorar la salud y la enfermedad de las personas, su energía vital, es una manifestación física tan coherente que no hay explicación racional para ignorarla. Los espiritualistas van un poco más allá de su pura valoración física sobre la energía corporal, pues están seguros que su color demuestra cómo es la persona y el estado anímico en el que se encuentra. También es muy posible, puesto que somos espíritu y materia unidos, que el aura sea la emanación visible del cuerpo etérico, astral y espiritual de una persona. De gran similitud es la aureola, ese resplandor, disco o círculo luminoso, que suele figurarse detrás de la cabeza de las imágenes santas, tan intenso que posiblemente tenga su origen en un eclipse de sol situado detrás de una persona santa legendaria.