El arte que se llama Goëtic, siendo el del encantamiento, la hechicería, la fascinación y las ilusiones e imposturas relacionadas con esto, ha venido a significar un tanto arbitrariamente el último aspecto en el diabolismo del arte más católico y general que se denomina Magia Práctica. La última designación implica que hay una Magia en el lado teórico, o, como puede ser, una filosofía del tema, y esto nuevamente es de dos tipos: en los días modernos ha encarnado varios intentos de proporcionar una explicación, un método de trabajo. hipótesis, por supuestos fenómenos del pasado; antaño se adelantó con el acento de la autoridad y portando las garantías de un conocimiento peculiar y secreto; enseñaba más que explicaba. Detrás de esto, en virtud de un supuesto específico, estaba la fuente de tal autoridad, la escuela o escuelas que emitieron, por así decirlo, los certificados de título que se supone que los registros del maestro expositor muestran que poseía. Aquí residía presumiblemente esa Magia Superior que justificaba el significado original del término Magia; esta era la ciencia de la sabiduría, y de esa sabiduría que era el resultado de la experiencia y el conocimiento particular de los santuarios sagrados en los años de los magos. De esta manera se ha asignado una magnificencia remota y abstracta al trabajo práctico; pero entre este aspecto tal como lo conocemos de otro modo y ese sueño tal como se ha dilatado en las formas de su expresión, existe una especie de relación que subsiste entre el renombre y su incumplimiento. Si Magia en su sentido propio y original es sinónimo de sabiduría; si esa sabiduría, en virtud de esta suposición que he mencionado, fuera algo inconcebiblemente grande, es seguro que no tenía conexión causal con el cúmulo de artes y procesos que se entienden por Magia Práctica.