Habitar el mundo con el equilibrio roto y al borde del abismo, pero, sin embargo, saber sostenerse y andar así de puntillas, tal como lo expresa la poeta María Gabriela Lovera en Extraño vértigo, es una situación común en estos tiempos que nos someten a una arquitectura inasible, difusa, como las ilustraciones de Alba Hoyos en diálogo con estos poemas. En consecuencia, el encuentro pleno con el otro es una imposibilidad. La atmósfera de este poemario está marcada por lo inasible: es el aire; sólo él mueve el poema, la tinta, la respiración y la vida. Es el aire el que abraza el vértigo de quien bordea el abismo; entonces la soledad se hace más patente. Para quien su infancia es una herida que sigue definiendo sus pasos, escribir no será ir sólo tras la belleza y el horror de lo que se percibe como realidad; será, sobre todo, ir tras su propia naturaleza humana y es allí, en este mundo interior que se desnuda en Extraño vértigo, donde se esconde la belleza más relevante de este libro. MARÍA ANTONIETA FLORES