Hiroshima, estremecida y postrada de dolor, contrasta con París y Nueva York, y aún más con Cartagena de Indias, en un recorrido en el que el autor explora sus circunstancias, encantos y esencia, entre la cotidianidad y el discurrir de la vida que a veces se fusiona con la poesía, que es belleza y sentimiento, y también con la realidad matizada de ilusiones y anhelos, aunque surjan espectros que laceren y aflijan. En una prosa natural y llana, el autor expresa vivencias cercanas a la vez que estampa con pluma sutil las impresiones del hombre que se halla en el camino que se bifurca ante sus ojos y en donde varios hitos señalan el rumbo a elegir, encrucijada de su propio destino, en el que a cada anochecer sellará una página de su diario, tras los pasos que han dejado huella de viento o de mármol en la senda.